Atardecer tropical. Cristian Cohén Simó. |
“En cambio, sobre tu pequeño planeta te bastaba arrastrar la
silla algunos pasos para presenciar el crepúsculo cada vez que lo deseabas…
—¡Un día vi ponerse el sol cuarenta y tres veces!
Y un poco más tarde añadiste:
—¿Sabes? Cuando uno está verdaderamente triste le gusta ver
las puestas de sol”.
“… hubiese podido
asistir en el mismo día, no a cuarenta y tres, sino a setenta y dos, a cien, o
incluso a doscientas puestas de sol, sin tener necesidad de arrastrar su silla…”
El
principito ama las puestas de sol. Lo repite cada vez que puede, las pide, las
añora, las recuerda.
La puesta de sol es la dicha de que el día
siempre termina y podemos descansar de sus afanes, la certeza de que los
problemas terminan o dan una tregua tan pronto el sol duerme, pero también la
esperanza de que se tendrá otra oportunidad para ser mejores, de intentarlo de nuevo, de disfrutar de
lo bello, de amarnos.
Cambiar la silla de lugar es cambiar de
posición, de parecer, de opinión, de punto de vista para apreciar la belleza; a
mí me gusta la tercera, aunque, a veces, cambiando de parecer, vemos las cosas
más claras y nos sentimos mejor (la puesta de sol es reconfortante,
tranquilizadora). Con frecuencia, nuestro estado de ánimo se ve afectado por
las posiciones que tomamos frente a lo que nos pasa y a los acontecimientos que
no podemos controlar, porque tenemos una opinión formada al respecto, tan
arraigada en nosotros, que se nos hace difícil cambiarla.
El 2017 nos ofrece hoy una hermosa puesta de
sol. Que no sea triste. Despidamos esta experiencia de 365 días, con agradecimiento,
sin ataduras, conscientes de todo lo que nos hizo bien y de aquello que atentó
contra nuestro don humano. Disfrutemos esta maravillosa oportunidad para recibir
lo nuevo como la brisa fresca entra por la ventana. Preparemos el corazón para
deponer actitudes negativas e incorporar a nuestra vida la apreciación de la
belleza, la verdadera belleza, la que perdura, para cultivar lo que nos
engrandece como personas y nos permite valorar las cosas que conducen al amor y
la felicidad, a saborear las delicias espirituales.
“—Me gustan mucho las puestas de sol;
vamos a ver una puesta de sol…”
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