domingo, 31 de diciembre de 2017

31 de diciembre, puesta de sol del año. Aprovéchala como el principito

Atardecer tropical. Cristian Cohén Simó.
“En cambio, sobre tu pequeño planeta te bastaba arrastrar la silla algunos pasos para presenciar el crepúsculo cada vez que lo deseabas…

—¡Un día vi ponerse el sol cuarenta y tres veces!

Y un poco más tarde añadiste:

—¿Sabes? Cuando uno está verdaderamente triste le gusta ver las puestas de sol”.

“… hubiese podido asistir en el mismo día, no a cuarenta y tres, sino a setenta y dos, a cien, o incluso a doscientas puestas de sol, sin tener necesidad de arrastrar su silla…”


El principito ama las puestas de sol. Lo repite cada vez que puede, las pide, las añora, las recuerda.

La puesta de sol es la dicha de que el día siempre termina y podemos descansar de sus afanes, la certeza de que los problemas terminan o dan una tregua tan pronto el sol duerme, pero también la esperanza de que se tendrá otra oportunidad para ser mejores, de intentarlo de nuevo, de disfrutar de lo bello, de amarnos.

Cambiar la silla de lugar es cambiar de posición, de parecer, de opinión, de punto de vista para apreciar la belleza; a mí me gusta la tercera, aunque, a veces, cambiando de parecer, vemos las cosas más claras y nos sentimos mejor (la puesta de sol es reconfortante, tranquilizadora). Con frecuencia, nuestro estado de ánimo se ve afectado por las posiciones que tomamos frente a lo que nos pasa y a los acontecimientos que no podemos controlar, porque tenemos una opinión formada al respecto, tan arraigada en nosotros, que se nos hace difícil cambiarla.

El 2017 nos ofrece hoy una hermosa puesta de sol. Que no sea triste. Despidamos esta experiencia de 365 días, con agradecimiento, sin ataduras, conscientes de todo lo que nos hizo bien y de aquello que atentó contra nuestro don humano. Disfrutemos esta maravillosa oportunidad para recibir lo nuevo como la brisa fresca entra por la ventana. Preparemos el corazón para deponer actitudes negativas e incorporar a nuestra vida la apreciación de la belleza, la verdadera belleza, la que perdura, para cultivar lo que nos engrandece como personas y nos permite valorar las cosas que conducen al amor y la felicidad, a saborear las delicias espirituales.


“—Me gustan mucho las puestas de sol; vamos a ver una puesta de sol…”

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