—¡Seguro!
—No ganas nada.
—Gano —dijo el zorro— he
ganado a causa del color del trigo.
Es
frecuente sentirnos inconformes con la vida que llevamos. Llegamos a sentir un
enojo crónico que, muchas veces, no sabemos explicar, pero sí sabemos a quién
culpar: a un sistema político-social injusto, condiciones laborales
insuficientes, compañeros tóxicos, jefes irracionales, familias disfuncionales, traumas pasados, el éxito de los demás y una larga lista de factores
externos a nosotros.
Nos
afecta tanto este sentimiento que lo incorporamos a nuestras estrategias para actuar
y resolver problemas. Nos comparamos con los otros. ¿Cuántas veces has perdido tiempo y energía tratando
de resolver problemas que no te corresponde solucionar? Así, sumergimos la vida en la amargura y perdemos de vista las
bendiciones recibidas. La energía se agota, la motivación se pierde. Actuar como
autómatas se convierte en el mecanismo de defensa y caemos en la adicción a dosis de indiferencia, cada vez mayores, para soportar esa carga. Aunque
no parezca, el peso sigue ahí y eso es peligroso, es un veneno que mata
lentamente. El antídoto se llama “gratitud”.
Gratitud no es sumisión ni desconocimiento de la realidad, es celebrar
la vida, revestirse de positivismo. Hay mucho a nuestro favor para ser mejores,
vivir mejor. No estamos exentos de situaciones desagradables, pero sí podemos evitar
que nos afecten negativamente y aprender de ellas.
Despertar en la mañana, permanecer un rato con los ojos
cerrados, agradecer el nuevo día que tienes por delante y los aprendizajes
del anterior. Disfruta del baño matutino, que el agua limpie cuerpo y alma. Sal de casa consciente del aire que respiras, de los sonidos, los
olores, los colores, las estampas. Evita compararte, deja a cada cual realizar su labor. ¡Eso es vida!
Siembra en tu
vida la semilla de la gratitud, riégala con amor, déjala crecer. Cambia la
indiferencia y la actitud defensiva por el agradecimiento. Ese es tu antídoto, tu bebida energizante. Agradece lo que tienes, lo que te conviene
llegará solo.
Gracias por compartir sabiduría! Despertemos concientemente! Disfrutemos de las infinitas bendiciones que nos rodean cada dia! Y aun lo que vemos en el momento como “malo” o “desagradable” tiene su propósito en nuestras vidas. Un abrazo!
ResponderEliminarGracias por esas bellas palabras. La sabiduría es un nivel sublime de humildad, paciencia, fe y espiritualidad. Alcanzarla debería ser la aspiración de todo ser humano y, en todo caso, es un camino más no un fin. Ojalá lleguemos algún día a andar esa senda.
EliminarQue lindo profe, estamos de acuerdo cuando se vive agradecido de lo que se tiene en vez de quejarse por lo que no la vida te sonrie mas y termina dandote eso que tambien querias, una mente positiva logra todo lo que quiere, muy buen artuculo y a practicar la gratitud
ResponderEliminarEs que la vida es como un espejo, un reflejo de lo que somos. Si le sonreímos, nos sonríe. Gracias por tan amable comentario.
EliminarRamón, excelente comentario. Solo le agregaría, si me lo permites, es que el despertar de esa sabiduría y gratitud es motivada por el Padre de las luces en quien nace todo talento para el servicio permanente a la actividad humana y colaborativa. Adelante!
ResponderEliminarGracias, Matías. Este es tu blog, se te permite expresar cualquier opinión, sobre todo cuando el aporte es tan valioso y sabio. Estoy de acuerdo.
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